miércoles, 17 de junio de 2009

La dueña

Desde que su madre murió, tras una sucesión de pérdidas familiares, sintió que la casa le quedaba enorme.
Blanca optó por restringir los espacios de uso diario para mantenerlos calidos en el invierno y para no sentirse tan sola en el verano.
Acostumbraba a abrir los altos postigotes de madera que daban a la calle y observar con el balcón entreabierto. Podría apilar en grupos a las mujeres que pasaban.
Grupo “A” las ocupantes. Grupo “B” las inquilinas, y grupo “C” las dueñas.
En qué grupo la pondrían a ella cuándo la descubrían allí ¿?
En una casa importante ven a una mujer de mediana edad vistiendo un desabillé celeste pálido y un camisón color turquesa. Su cabello largo y negro en contraste con la fina piel tan blanca.
La piel tan blanca, Blanca ¡!
En qué grupo se pondría ella misma ¿?
Además de las traducciones que hacía para la embajada de Francia, no eran muchos los trabajos que en el momento realizaba. Solo algunos pocos que por el necesario interés de presentar algún documento redactado en francés acudían a la casa. Pagando el costo estipulado, se iban con una traducción perfecta bajo el brazo.
Ya no era fácil solventar los gastos de la casa.
Mientras sacaba cuentas y el dinero se iba evaporando, Blanca pensaba. Grupo “C” ¿?
Decidió poner en el balcón un anuncio: “se alquila dormitorio para señorita”
No podía ser tan mala la presencia de otra en la casa. Ella se pondría firme con su credencial de dueña y exigiría que la inquilina fuera tan señorita como ella.
Varias veces tocaron a la puerta por el anuncio. Varias veces no pasaron del cancel.
Los días pasaban y las cuentas se acumulaban acarreando costos extras por atraso.
Un día, muy temprano, tocaron a la puerta.
Sorprendida miró la hora. Las siete y treinta.
La mañana helada disparó alfilerazos a la cara de Blanca al entreabrir el balcón.
Una mujer de contextura pequeña, que rondaría los cuarenta años, pelo negro y piel blanca, vistiendo ropa clásica, le sonreía desde afuera.
No llevaba cartera ni bolso. Sus manos libres se movían con gracia al saludarla.
Pensó que se trataba de un error de dirección, pero al entender que su anuncio de renta era el interés de la señorita, abrió la puerta cancel.
Tan simpática y educada resultó, que terminaron tomando té en el living.
Daban las ocho y treinta en el reloj de péndulo, cuando Clara dijo que debía apurarse, o llegaría tarde al trabajo.
En ese mismo instante Blanca supo que Clara era la persona perfecta para ocupar el dormitorio en alquiler.
Ambas quedaron de acuerdo en que el día primero del mes siguiente, se llevaría a cabo la mudanza.
Blanca despidió a Clara con la seguridad de haber elegido correctamente, y se dedicó a pensar.
Debía hacer espacio en los estantes del baño y en el toallero, como primera medida. Después limpiar a conciencia el dormitorio destinado a Clara. El otro que daba a la calle.
Puso manos a la obra inmediatamente.
Fue muy fácil reducir el espacio en el baño. Comprobó que usaba más del necesario.
El dormitorio requirió de un poco más de tiempo. Aunque limpio y sin ocupante, guardaba muchas cosas suyas.
Las fotos, la ropa de verano, las agujas de tejer, algunos libros y las bufandas que no usaba desde hacía mucho.
Llevaría todo eso al dormitorio de tía Elisa que quedaba pasando la puerta que separaba el living de los demás dormitorios siguientes que ya no se usaban.

Clara llegó con sus cosas, que no eran muchas, a las siete y treinta en punto del día primero de abril.
Pagó el mes por adelantado como habían quedado, y tras tomar té caliente ocupó el dormitorio.
A eso de las ocho, un silencio específico se instaló en todo lo que proviniera de ese lugar.
Extrañada de no verla reaparecer para una ducha rápida antes del horario laboral, Blanca se quedó sentada en el living, esperando.
Después de un rato decidió levantar las tazas de té. Lo hizo con suficiente ruido como para dejar en claro su desconcierto.
Nada. Silencio absoluto en el dormitorio.
Pasan horas de… nada. No se atreve a golpear la puerta. Debe ser educada.
Clara rentó el dormitorio y pagó por él. Ahora era la dueña de ese espacio.
Se queda expectante en el sillón más lejano. La noche de color apocado que está llegando, la encuentra en el mismo lugar.
Oye movimientos en el dormitorio.
Paralizada totalmente, ve abrirse la puerta.
Aparece Clara vistiendo un desabillé celeste pálido y un camisón color turquesa.
Sin registrar su presencia, cruza el living y abriendo la puerta del baño, entra en él.
Al cabo de un tiempo eterno y angustiante, la ve salir. Pasa a su lado y se detiene para levantar una pelusa depositada en la carpeta de la mesa.
Va hacia el balcón entreabierto y la sopla.
Entra nuevamente en el dormitorio y se viste descaradamente con la puerta abierta.
La observa ponerse suavemente las medias de seda con costura y…demás prendas interiores.
Blanca está muda. Le gustaría recordarle a esa señorita los buenos modales, pero no puede moverse.
Clara finaliza su atuendo con un clásico vestido beige de lanilla con cuello redondo y tapitas con botones en la cadera.
Avanzando hacia el balcón pone la tranca. Sigue hacia el cancel y se para un segundo en el perchero de roble. Toma decididamente el bolso de macramé que le tejiera su madre.
Aterrada la ve colgárselo del brazo y salir con él. Oye la llave cerrando la puerta de la casa.
Corre al balcón para gritarle que vuelva. No puede asomarse. El balcón se ha cerrado.
Casi sin aire tras el cristal ve la imagen de Clara alejarse, llevándose su bolso, su llave y su credencial.

Gloria

2 comentarios:

Astrid dijo...

Al fin al fin. Que buenas cosas has subido amiga!!! Estoy muy contenta de tener este blog para dejar volar un poco la imagincion con tantas historias cargadas de imagenes cuidadosas y bellas. Felicitaciones por este espacio!!!
Astrid

Gloria dijo...
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