Algo llama su atención en los títulos del periódico:” La desaparición  de… aparentemente…familiares…las comisarías llenas de denuncias…las  marchas…el silencio…”
Cuando el Negro no volvió a su casa y Alicia  muy preocupada lo llamó pidiéndole que fuera a quedarse con ellas esa  noche, acudió por supuesto, a la casa de sus amigos. La cara de Alicia  no se veía nada bien, pobre, estaba como lívida. Le dio pena que se  sintiera así por una trasnochada del Negro. Seguramente el Negro se  andaba divirtiendo por ahí. Siempre había sido un caradura.
Después la madre se llevó a las niñas cuando Alicia tampoco volvió.
Ahí  ya no supo que pensar. Una cosa era una trasnochada, o dos. Pero eso de  que Alicia se fuera de la casa también… Nunca pudo entender el por qué,  de que el Negro y Alicia… no volvieran.
Otro fue el Pelirrojo que  no apareció más a jugar al ajedrez. Tampoco volvió al billar, donde  casi todas las noches se tomaba una caña después de las diez. Cosa rara.
Cuando  se decidió a ir a preguntar a la casa, la hermana con una mirada  compasiva, aunque un poco resentida, lo abrazó. Lo abrazó fuerte. Pobre  mina. Se veía que estaba desesperada cuando le contaba que hacían veinte  días que no sabían nada del Pelirrojo. Que tenía miedo por la madre que  no comía, no dormía y había ido a cuanto lado se podía ir para reclamar  la presencia del hijo. Quedó como rota desde que el Pelirrojo…no  volvió.
Y ahora que lo piensa, de Nora tampoco tuvo más novedades.  Al principio supuso que estaría ocupada con trámites respectivos a su  hermano. Buscando abogado, llevándole cosas necesarias, preguntando…  Porque era sabido que a Roberto lo habían llevado preso. Pero pasaron  los meses y de Nora, nada.
Algo…raro…mal puesto ¿? Un error de edición seguramente.
Algunas  letras cambian de formato súbitamente en el transcurso de una línea, y  luego retoman el modelo original para terminar la frase.
A medida que avanza en la lectura se van repitiendo los errores.
Que  pasa ¿? Un nuevo jefe de redacción o de edición, mejor dicho de  edición. O será de redacción ¿?, sin experiencia ¿? sin atención ¿? Una  máquina de escribir defectuosa ¿? La ineptitud de alguien, tal vez…
Recorta  las pequeñas letras discordantes y las coloca sobre una hoja de papel.  Las cuenta. Intenta ordenarlas. Se pregunta si siguen algún orden  determinado.
El jefe de edición o de redacción, no importa, nuevo…una máquina defectuosa…la ineptitud o… lo hacen con un propósito ¿?
Se trata de algo al margen ¿? un mensaje cifrado ¿?
Tiene  que leer los próximos periódicos con atención. Solo así podrá sacar  algo en limpio. Por ahora lo catalogará de “error”. No importa de quien.
Dobla y guarda la hoja de papel con todo adentro. (Por las dudas).
No  es fue fácil conciliar el sueño esa noche. Las letras, los símbolos y  los jefes o empleados nuevos de redacción o de edición, no importa mucho  eso, se le aparecen como negativos en blanco y negro uno detrás de  otro. Después las imágenes pasadas con cámara rápida, del Negro, de  Alicia, del Pelirrojo, de Nora y de Roberto el hermano, y decenas de  personas que vienen con Roberto
Una luz rayada entrando por la  persiana de su pieza, y la vejiga ardiente como una pelota de fuego  líquido, le avisan que la noche ha terminado.
Noche nefasta en que su cabeza fue la base de las más terribles torturas a las que se puede someter… una cabeza.
A  pesar de los jefes o empleados de redacción o de edición, de los  negativos en blanco y negro, de las imágenes a cámara rápida y de las  torturas infringidas a las cabezas, se levanta.
Vistiéndose con lo que encuentra primero, se dirige al puesto de diarios.
Al tomar el camino de regreso, siente…miradas.
Saluda a Don Osvaldo que siempre matea en el porche. Don Osvaldo no mira, trata de introducirse en el paisaje cotidiano.
Contesta  el saludo de esa dulce chica vestida de colores que todos los días, a  diferentes horas, pasa por su puerta llevando varias cosas, también de  colores, en su bicicleta anaranjada. Siempre lo saluda con un “Buen día”  dedicándole una hermosa mirada con esos grandes ojos oscuros, y sigue  pedaleando.
Le viene a la mente la canción del Submarino amarillo. Yellow submarine, yellow submarine…
Proveniente de otro… lado... Algo…
Apura  el paso y al llegar al portón de su casa se detiene de golpe. Se da  vuelta abruptamente y mira. Mira por una fracción de segundo, como  imágenes pasadas en cámara rápida, cada imagen humana que pudiera notar.
Entra  a su casa y cierra la puerta con llave. Comienza a tararear, para  distenderse. Pone el agua para el mate y mientras espera, se asoma a una  ventana y cierra las cortinas.
Sigue tarareando mientras abre el periódico.
Aparece la primera. A los dos segundos… la otra.
El  mate queda frío con un verde en dos tonalidades. Mientras tararea “la,  la, la, in the yellow submarine, yellow submarine, yellou submarine”
Tendrá  que usar nuevamente las tijeras. Las pequeñas letras discordantes están  ocupando, otra vez, lugares inadecuados de la composición. Comienza  decidido con la tarea aguzando el ojo y la mente.
El mate sigue con el mismo verde en dos tonalidades, cuando tiene que encender la luz.
Sigue  cambiando de lugar y de posición algunas letras. Otras las ha dejado  aparte formando una figura horizontal angosta y alargada.
Tiene frío. Le duelen los ojos, la espalda, y... alguna cosa entre su adelante y su atrás.
Se levanta para prepararse un café.
Cuando  vuelve a su mesa de “trabajo”, lo que tantas horas le había costado sin  muchos resultados aparentes, se le presenta ahora como algo  inconfundible. Así de repente y sin tocar nada, comprende todo.
Siempre estuvo claro. Solamente había que saber mirar bien.
Agrega las letras restantes a la figura horizontal angosta y larga, y la pega en una hoja de papel. La dobla cuidadosamente.
Se  dirige a su cuarto. Abre el ropero y saca una valija medio ajada. No  tanto por el uso, sino por todo lo que la estaba apretando y aplastando.  La abre sobre su cama. Mete un par de zapatos, dos calzoncillos, dos  camisetas, un pantalón, un buzo, el long play de The Beatles - Yellow  Submarine, y la hoja de papel doblada que contiene la figura.
Se tira vestido en la cama sin tender. Le duele…todo.
Los  perros vecinos comenzando a ladrar anunciando el paso de los primeros  transeúntes, el ruido de los ómnibus al retomar los primeros horarios,  la luz que se hace inminente, le indica que está llegando la hora.
Es  una fría mañana de los primeros días de agosto, y sin siquiera  prepararse el mate, Sergio se sienta ansioso en el porche con la campera  puesta y la valija al lado.
Ahora sabe que todo tiene una única  explicación. Todo es claro. Sus amigos…sus camaradas, lo van a venir a  buscar. El está esperándolos.
Gloria

2 comentarios:
Gloria.
Inevitable que con tu relato, no haya recordado los días de nuestras mutuas dictaduras militares. A mi padre lo siguieron un tiempo, y una vez estuvo a punto de no regresar. Sé de maletas, sé de esperas, sé de amigos que nunca más abracé.
Un beso.
Cuanto dolor aún.
Si.
Vale la pena republicarlo.
Y más veces.
Que no se olvide.
Besos.
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