viernes, 12 de noviembre de 2010

Mi padre

Mi padre era fotógrafo. También era mago.
Cuando era chica me encantaba acompañarlo al cuarto de trabajo.
Rollos de película y fotos colgando por todas partes eran para mí como las guirnaldas de una fiesta extraordinaria brindada en mi honor.
Había cubetas grandes de cerámica gris y frascos y bidones que mi padre usaba en los sucesivos pasos del espectáculo que vendría unos minutos más tarde.
También había un aparato enorme parecido a un robot que tenía una cabeza grandota y cuadrada, con un solo ojo que sobresalía mirando hacia abajo, y un cuerpo metálico, finito y largo, terminado a medias en un solo pie grande y plano que se apoyaba sobre la mesa.
Era como un enano amorfo sin brazos que presentaba la función con su único ojo.
Despertaba de su sueño por un segundo solamente, y abriendo el ojo que desprendía una luz brillante que traspasaba el negativo, reflejaba la imagen agrandada como una sombra fantasmagórica, sobre un papel blanco que sostenía en su único pie.
Luego el robot enano cerraba su ojo y se dormía nuevamente.
Mi padre sacaba el papel blanco del pie plano del enano y lo sumergía en la cubeta.
El enano permanecía dormido mientras silenciosamente nosotros movíamos con pinzas la hoja de papel que olía a un ácido parecido a nada.
Poco a poco la hoja comenzaba a mancharse aquí y allá sin formas precisas.
En ese momento invariablemente me asaltaba la ansiedad. Entonces miraba a mi padre.
Él me miraba con cariño y me sonreía.
Ya estaba tranquila. Todo saldría perfectamente.
Su magia no fallaba.
El sueño del robot seguía su curso, pero nosotros podíamos ver lo que había pasado por su ojo.
Era la imagen perfecta que el ojo de mi padre tomó de la realidad y prestó al ojo del enano metálico para transformarla en recuerdo.

Gloria

2 comentarios:

Yamandú Cuevas dijo...

Una hermosura de relato, "lindo haberlo vivido". Me hizo estar ahí como invitado invisible. Gracias por la fista.

Gloria dijo...

Cuevas Yamandú :Chas gracias por estar !!!